Corría el año 2010 cuando publiqué por primera vez Cartas desde el maltrato. Por aquel
entonces, era una autopublicación y la ilusión que puse en sacarla a la luz,
contrastó de inmediato con la intolerancia de algunos que veían en mí más un
blanco a quien atacar en el ámbito personal que un autor que solo pretendía publicar
un libro que creía interesante. No fue una experiencia memorable, pero tengo
que reconocer que algo bueno sí me dejó y fue comprobar que la manera de
entender las tramas que tenía desde pequeño, y que nunca me había atrevido a presentar
a los lectores, resultaban mucho más atractivas de lo que yo siempre había creído.
Poco después, la relación con la protagonista se rompió y nunca
más volví a saber de ella. En ese momento, me desvinculé por completo del libro
y decidí seguir mi vida como escritor de intriga, que era lo que siempre me
había gustado hacer desde pequeño. No me fue mal desde entonces. He publicado
dos novelas, que han encabezado listas de ventas y conseguido una buena aceptación
por parte de la crítica, y en unos días presentaré la tercera.
Quizá pensando en ello, varias personas del mundo
literario y editorial me han aconsejado que no reedite este libro. Los últimos
días he oído que no es una publicación oportuna, que no me prestigia como autor
de ficción y que me somete como persona a un juicio muchas veces interesado y
tendencioso. Es posible que todo sea cierto en mayor o menor medida, pero como suelo
guiarme por mi ética y mis criterios, yo he creído que debía emprender esta
empresa. ¿Por qué? Pues porque no conozco otro libro que de manera tan directa nos
acerque el diario personal de alguien que ha sufrido un maltrato y no voy a ser
yo quien lo guarde en un cajón cuando los derechos de autor y de difusión me siguen
perteneciendo pese a haberlo ofrecido a todas las personas interesadas a lo
largo de estos años. Quizá por su dureza, quizá por ser una historia real o
quizá porque toca en profundidad un tema nunca exento de polémica y reivindicaciones,
en el fondo, tengo la sensación de que si ahora lo edito, es porque nunca nadie
se ha atrevido a firmarlo con su nombre.
Respecto a la historia en sí, no voy a decir que sea objetiva,
porque es indudable que en este mundo no hay nada más subjetivo que un diario,
pero sí que estoy convencido del interés que encierra poder conocer la visión
que tenía, en el mismo momento que la estaba sufriendo, alguien que ha vivido una
situación así. Para mí, sin duda, esa es la grandeza del libro y lo que hace que
sea especial, el cuándo fue escrito el diario y lo íntimas y personales que son
las apreciaciones que encierra. Y también quiero decir que desde ese punto
entendí el planteamiento del libro, pensando que mi aportación en él no debía
ser la de juez de la historia, sino más bien la de notario, para así dejar en
manos de cada lector, de una manera intencionada, las consideraciones que
creyese oportunas hacer. Espero haberlo conseguido.
Gracias anticipadas
por su lectura.
ROBERTO
MARTÍNEZ GUZMÁN
Mayo, 2016
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