LUNES SANTO
Capítulo Cuatro
La noche anterior en el
sexto piso del número noventa y ocho de la orensana avenida de Santiago había
sido larga, especialmente larga. Seis horas ininterrumpidas delante del
ordenador, cuatro redes sociales abiertas y varias conversaciones privadas de
chat sostenidas a la vez, sin duda agotan a cualquiera. Pero él era un experto,
lo había hecho muchas veces, y teniendo en cuenta que en su casa paterna de
Lugo no contaba con Internet, pensó que debía desquitarse. Para eso se había
quedado todo el fin de semana en Ourense, aunque sus clases en la universidad
hubieran acabado hacía ya varios días. Además, si sus padres querían que
estuviera más tiempo con ellos, que pusieran una conexión en casa, o que le
compraran un Iphone. Eso ya se lo había dicho muchas veces y deberían tenerlo
claro.
Desde la cama, miró el
despertador. Las manecillas se estaban acercando peligrosamente a las once y
debía apurarse. Tomaría el autobús de las doce con destino a Lugo, pero quería
bajar con tiempo para pasar antes por el Factoría, una coqueta cafetería
situada debajo de su piso y que le posibilitaba mantener su arraigada costumbre
de tomar un café muy cargado cada mañana. A diario imprescindible para
despejarse, y hoy también para despedirse de sus escasos amigos. Seguro que
alguno estaría allí a esas horas.
Después de una rápida
ducha, volvió a su habitación y empezó a vestirse, mirando al mismo tiempo al
reloj y al ordenador. Todavía estaba lamentándose de no disponer de más tiempo
para dejar una última despedida en la red, cuando sonó su móvil encima de la
mesilla de noche anunciando una llamada. En todas las redes sociales, para
todas su ciberamigas, él era Jackl, pero para su madre, tan solo era Javi:
—Hijo, ¿vendrás en el bus
de las dos?
¿Pero cuántas veces tendría
que repetírselo? Como si él faltase a su palabra alguna vez...
—Sí, mamá. Ya te lo dije
ayer a la noche.
—Es para saber a qué hora
tiene que ir a recogerte a la parada tu padre.
¡Los cojones! es para
asegurarte de que voy sí o sí, pensó.
—Pues eso, que a las dos
llego —contestó con cierto hastío.
—¿Ya has cogido todo? No te
olvides de traer toda la ropa sucia.
Como si una bolsa de viaje
no se pudiera hacer cinco minutos antes de salir...
—No te preocupes, ya tengo
todo preparado.
—¿Y has metido los libros?
Tienes que aprovechar estos días para estudiar.
Eso, que a los veinticinco
años una persona no tiene nada mejor que hacer durante las vacaciones...
—Sí, mamá. Los tengo en el
bolso —contestó sin poder evitar mirar la tremenda montaña de libros que
habitaba encima de su mesa de estudio.
—Hijo, acaba de llamar una
chica preguntando por ti.
—¿Una chica? ¿No te ha
dicho cómo se llamaba?
—No, solo quería saber si
estarías hoy en Lugo o en Ourense.
Seguro que no era más que
la típica vendedora de móviles...
—Vale.
—Hijo, ¿tienes novia?
Novia: persona de sexo
femenino, joven, guapa, de la que habitualmente te enamoras como un tonto y
que, a cambio, te quiere, te cuida, te mima, y con la que de vez en cuando te
das una alegría sexual... Pues no, lo más cerca que había estado de tener algo
así fue hace dos años cuando una chica que ni lo mimaba, ni lo cuidaba, ni
mucho menos lo quería, completamente borracha se prestó a mantener con él algo
que inicialmente prometía ser una interesante relación sexual y que acabó
siendo el fiasco más absoluto. Aún hoy recuerda que su hombría se sintió
seriamente dañada aquel día.
—No, mamá —contestó Javi
con desgana—. ¿Estás segura de que esa chica preguntaba por mí?
—Sí, sí. Me dijo tu nombre
y tus apellidos, y sabía que vivías en Lugo y estudiabas Derecho en Ourense. Te
conocía muy bien —concluyó convencida.
Vaya, pues quizás no sea
una vendedora...
—No sé mamá, no tengo ni
idea de quién puede ser.
—Bueno, abrígate, hijo, que
aquí hace frío.
—Lo haré.
Cuando Javi colgó, ya solo
pensaba en aquella misteriosa chica. Aunque en el fondo, no quería hacerse
demasiadas ilusiones. Pensándolo bien, ¿qué clase de chica se podría fijar en
él? Sí, en realidad, era todo menos agraciado, y él era muy consciente de ello.
Algún día tendría que plantearse adelgazar unos kilos, cortarse el pelo y
vestirse decentemente. Y ya puestos, también le harían falta algunos
centímetros más de altura. Pero claro, para eso no había remedio. De todos
modos, el mejorar su imagen y ponerse a estudiar en serio, era algo que había
sopesado muchas veces. Aunque, de momento, no tenía prisa. A sus ciberamigas
nunca les daba la posibilidad de verlo en persona, y el chico que aparecía en
las fotos que había colgado estratégicamente en sus perfiles no era
precisamente lo que se dice muy parecido a él.
El chico acabó de vestirse,
metió alguna ropa sucia en su viejo bolso y se fue. Los voluminosos libros de
Derecho seguían encima de la mesa.
___________________
2 comentarios:
Enganchada con esta novela ;)… Esperando el próximo Cap
Gracias, el próximo lunes, el quinto. Saludos!!!
Publicar un comentario