DOMINGO DE RAMOS
Capítulo Uno
Poco más había que decir.
La mujer remató su serena exposición y permaneció en silencio, como queriendo
dar tiempo a que el joven sacerdote asimilara todo cuanto acababa de oír. Para
ello, fueron necesarios algunos segundos y que este se acomodara nervioso en su
asiento un par de veces. Cuando por fin tomó consciencia de que aquella mujer
había acabado, no supo qué decir. Cierto que se había sentido incómodo algunas
veces dentro del confesionario, incluso en ocasiones había tenido que soportar
proposiciones sexuales, pero lo de hoy era muy diferente. Notaba como la sangre
corría helada por sus venas y el cálido aroma a incienso y laurel de la iglesia
se había transformado dentro de su pequeño recinto en un macabro olor a muerte.
Una sensación tan indescriptible como repulsiva.
Finalmente, balbuceó varias
veces y luego solo acertó a decir tímidamente:
—No puedo darle la
absolución. Al menos, no de momento.
—Lo entiendo.
Acabada la confesión, el
sacerdote levantó la mirada a través de la rejilla y pudo ver como la mujer
empezaba a ponerse en pie, al tiempo que formulaba una última pregunta:
—¿Puedo contar con usted?
El joven sacerdote dudó un
momento. No porque quisiera pensarse la respuesta, sino más bien por el puro
desconcierto en el que estaba inmerso.
—Sí, allí estaré.
Exactamente dentro de una semana... —contestó finalmente, intentando buscar una
confirmación.
Pero no hubo respuesta.
Tampoco hubo más preguntas. La mujer acabó de levantarse y, con ello, su imagen
desapareció de la rejilla.
El sacerdote abrió
ligeramente la parte superior de su confesionario y, por la pequeña ranura, la
siguió con la mirada. Sus rasgos eran redondeados, como creados según un modelo
establecido. Su pelo, negro y recogido en una coleta. Nada la diferenciaba de
las demás personas que se concentraban en aquellos momentos en la iglesia y, a
pesar de las bonitas curvas que podían adivinarse debajo de su pantalón vaquero
y de una discreta camiseta, nadie reparó en ella.
En pocos segundos, se
deslizó por la nave lateral, dirigiéndose discretamente hacia la puerta de
salida. No se paró a orar, ni a hacer penitencia, ni siquiera se quedó al final
de la eucaristía. Simplemente, se fue.
El joven sacerdote ladeó de
modo inconsciente la cabeza intentando seguirla más tiempo, pero acabó por
resultarle imposible entre la multitud que abarrotaba el templo. Una vez que
aquella mujer había desaparecido por completo de su reducido campo de visión,
no pudo evitar santiguarse con rapidez, de un modo compulsivo, como si acabara
de ver al mismísimo diablo. Un diablo real, de carne y hueso, y que incluso le
había dicho su nombre, Emma.
Estaba seguro de que ya no
se olvidaría de él.
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9 comentarios:
¡Buenas tardes!
Se agradece que compartas de nuevo los primeros capítulos para los recién llegados como yo.
Espero que literariamente vaya todo viento en popa.
Saludos,
Isa Romero Cortijo.
“Pablito” no para de crecer…
Gracias Isa, en ello estamos. También te sigo...felicidades por tu libro. Saludos!!!
El inicio en el confesonario me ha recordado al comienzo de Nadie es inocente de José Javier Abasolo. Seguiremos con atención cómo evoluciona el texto.
Gracias por dejarme intrigada eh... Hacía días que no pasaba por Gplus y me he encontrado con tu entrada...me ha gustado ;).
Un saludo
@ Iñaki: La verdad es que la evolución de la trama completamente diferente.
@ Lourdes: espero seguir contando con tu lectura en capítulos posteriores.
Gracias y un abrazo.
(Os recuerdo que en el lateral derecho tenéis amplia información sobre la novela: sinopsis, perfiles en redes sociales, reseñas literarias, etc)
No lo he leído pero seguro que lo hago! Tal como pinta lo poquito que he leído ya me he enganchado.
Besos!!
Hola, empiezo a leerte y me parece una historia interesante, saludos y mucha suerte, un abrazo..
@Laura, @Salomé: Gracias!!!
me encanta
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